Quiero pensar que las competencias son provechosas. Es verdad que no siempre, porque el currículo de cada materia es de su padre y de su madre. En Psicología de segundo de Bachillerato, por ejemplo, las competencias son un calco de los bloques de contenido, y ahí no tiene sentido «programar por competencias». Es una tontería. Te están pidiendo a gritos que las pongas al final de la programación, en el tradicional «pegote competencial», para cubrir el expediente sin que llegue a salpicar al aula. Pero luego miras el currículo de Filosofía de primero de bachillerato, y realmente tiene unas competencias específicas muy chulas, tanto desde un punto de vista académico como para objetivos cívicos y sociales. Argumentar, impulsar el intercambio de ideas, identificar falacias, respetar opiniones, entender la teoría como proceso histórico abierto, conocer el trasfondo filosófico de la cultura... ¿Y la escuela está sacando partido de esto? Yo creo que no. La inercia es convertir las competencias...
De momento, reflexiones sobre docencia