Ayer el IES Mirasierra de Madrid acogió una formación de Sagrario del Valle en educación por competencias. La conferencia tuvo varios momentos lúcidos, pero lo mejor fue sin duda el descanso, porque nos pusimos a debatir entre compañeros varias cosas muy contenciosas que se dijeron en la ponencia. Me gustaría darle una vuelta a los argumentos.
Prescripciones pedagógicas
La ley es prescriptiva, hay que cumplirla. Pero la ley no es solo un programa, es todo un marco teórico que le da sentido. Eso nos obliga a adoptar ese marco teórico para poder cumplir la ley. Como era de esperar, esa obligación ha levantado muchas ampollas en el claustro. La ponente presenta el paradigma LOE (incluidas LOMCE y LOMLOE) como un híbrido entre el constructivismo, que llega a la legislación a partir de la LOGSE, y las competencias, que entran en la LOE por recomendación de la Unión Europea. Por tanto, lo prescrito es enseñar siguiendo esas dos guías.
Lo de someterse al constructivismo algunos lo viven como una tiranía, habiendo otras corrientes pedagógicas. A mí me parece natural que el legislador se deje informar por un comité de expertos que atiendan a la evidencia científica disponible. Lo de someterse a las competencias sienta aún peor. No tienen ni marco teórico: originalmente, tal y como salen de la OCDE, las competencias son la manera en que las empresas le dicen a la administración educativa qué rasgos quieren en el trabajador. Ojo, porque de la OCDE a las competencias específicas de la LOMLOE hay un giro ideológico importante, y yo me agarro a eso. Pero si no se explica bien, parece que nuestra ley sale tal cual del mundo de la empresa. Y entonces no hay solución. La ley es prescriptiva: habrá que formar trabajadores. Esta idea, planteada así, es escandalosa en cualquier claustro, salvo quizá en uno de FP.
Evaluación del profesorado
Esta otra idea fue todavía más escandalosa. Es posible que, en un futuro, el Ministerio de Educación implemente un sistema de evaluación del profesorado, a través de Inspección o de otra institución nueva, para hacer una cosa parecida a la que hace la ANECA en la universidad. La idea es vigilar que el profesorado realmente hace las programaciones según este paradigma constructivista y competencial, y que luego cumple la programación. A esto se asociarían beneficios salariales.
El debate tiene miga. Queremos que el profesorado sea autónomo, para proteger al alumnado de los vaivenes políticos. Pero también hay que protegerlo de malos profesores. En el Estado español, el docente de Secundaria puede hacer más o menos lo que quiera, y el peor castigo es quedarse un par de semanas en julio enseñándole exámenes al inspector. Hay historias de docentes acosadores o violentos que, lejos de ser inhabilitados, simplemente van rulando de un centro a otro.
Quiero decir que hay argumentos razonables a favor de una evaluación del sistema educativo. Lo que se propone aquí no es eso. No es una garantía democrática contra caraduras, es un control de calidad. La intención no es purgar negligentes, sino transformar la educación hacia el modelo competencial. Pero es una manera mala de implementar ese cambio.
Nadie va a ponerse a estudiar pedagogía en verano, para volver en septiembre y enfrentarse al instituto entero, que lleva toda la vida haciendo las cosas de otra manera. Hay que estar muy convencido y llevar años en eso para poder argumentar bien. Hay quienes lo hacen, y tienen toda mi admiración, pero no es realista confiarle a esa excepción un cambio político importante.
El cambio solo puede suceder si se dan las condiciones. Si alguien con experiencia tutoriza a los profesores nuevos en el desarrollo práctico de su tarea, pero eso cuesta dinero. Si se les dan más horas semanales de preparación y formación en vez de aula y más aula, pero eso cuesta dinero. Si hay menos niños por aula, pero eso cuesta dinero. En vez de ir a la causa del problema, el PSOE y la UE prefieren «incentivar». Es decir: para celebrar que la implantación de la LOMLOE ha sido un desastre, vamos a responsabilizar al cuerpo docente. Es mala política, cutre y pesetera.
Lo peor es que no ven venir el riesgo, la precarización que eso supone. La palabra «distópico» circuló por el patio. En el sistema universitario actual, citando a don Joaquín (Sevilla, 2019), la mitad de las mujeres abandonan la ciencia tras su primer hijo y los estudiantes de doctorado tienen una salud mental varias veces peor que la media: «el castigo para los que no llegan (llegamos) a pasar el listón es inmisericorde. No se trata de que no asciendas, tu sueldo suba poco, no consigas entrar en buenos proyectos... es 'perecer', ser expulsado, abandonar la actividad». Espero que el gobierno más progresista de la historia sea capaz de anticiparse a este problema, pero me da la sensación de que es pedirle peras al olmo.
Referencias
Sevilla, J. (22 de febrero de 2019). Fraude, salud mental y masculinización... Conecting the dots. Joaquin Sevilla Moróder. https://joaquinsevilla.blogspot.com/2019/02/fraude-salud-mental-y-masculinizacion.html
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